domingo, 12 de junio de 2011

Activa, pasiva y disyuntiva

Las noticias relacionadas con Izquierda Unida en Extremadura son, desde el 22-M, las más leídas y valoradas. Con los votos aún calientes en las urnas, pero con los resultados claros encima de la mesa, el coordinador federal de IU, Cayo Lara, se encargó de filtrar la misma noche electoral que la Junta de Extremadura sería del PSOE. Cayo Lara, ha hecho célebre la ya manida frase de que el PP no gobernará Extremadura “ni por activa ni por pasiva”, lo que traducido al castellano moderno significa que ni siquiera permitirá con su abstención que Monago sea presidente.

Para deshojar su margarita electoral, IU Extremadura ha convocado a sus bases a través de asambleas en las que, de forma mayoritaria, los militantes están apostando por la abstención para permitir un gobierno del PP por ser la lista más votada. IU ha lanzado un mensaje a su electorado tan improvisado como confuso desde el momento en que ha aclarado que el resultado de la consulta a la militancia no será vinculante.

IU presume de ser una coalición federalista, autónoma e independiente, algo que, de ser cierto, le otorgaría el poder suficiente como para hacer oídos sordos a su líder nacional. En un ejercicio de ambigüedad sin precedentes, y antes de la constitución de los ayuntamientos, la coalición dirigió a sus agrupaciones locales una circular en la que pedía un ejercicio de responsabilidad como fuerza de izquierdas, pero no impedía acuerdos con el PP, lo que ha permitido que los populares controlen un importante número de alcaldías. La pregunta obligada es si hay autonomía y libertad para formar gobiernos locales y órdenes para la constitución de los autonómicos.

La transparencia de que ha hecho gala IU se ha tornado en mutismo. Ni se han dado a conocer todos los encuentros que ha habido con el PSOE, ni se han desvelado los ofrecimientos que Fernández Vara ha puesto encima de la mesa, como la reducción del número de consejerías, la modificación de la Ley del Suelo, el abandono del proyecto de la refinería, el ofrecimiento de entrar en el gobierno regional o la reforma del Reglamento de la Asamblea de Extremadura para que IU pueda constituirse como grupo parlamentario propio. Si a esto unimos que han comenzado a omitirse los resultados de las asambleas en las que, curiosamente, ganaba por mayoría aplastante la abstención, es lógico que en el PP comience a cundir el desánimo.

IU no ha determinado dónde está el límite que separa la autonomía de la desobediencia, porque tras la constitución de los nuevos ayuntamientos y sus apoyos al PP, nadie ha hablado de la adopción de medidas disciplinarias. Da la sensación de que la autonomía y el carácter federalista se aplican por zonas, y que todo está permitido en los gobiernos locales, pero no en los autonómicos. Y esa forma de medir con distintos raseros va a pesar mucho en el futuro de la coalición.

IU tiene ante sí la disyuntiva de obedecer a Cayo Lara o de escuchar a sus bases. Que escuchar y obedecer son dos verbos distintos.

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