lunes, 30 de agosto de 2010

El desplante de Sierra de Gata


La toma de posesión de Teresa Roca como alcaldesa de Moraleja, tras prosperar la moción de censura del 27 de agosto, ha quedado empañada de puertas adentro en su propio partido por la ausencia de sus colegas socialistas de la comarca de Sierra de Gata. En una jornada presidida por una tensa calma, el PSOE hubo de medir, no sólo fuerzas, sino también apoyos, con un PP que respaldó en masa a su compañera Concepción González, que abandonaba la alcaldía después de más de tres años de mandato. Los socialistas, por el contrario, se escondieron en la ausencia, y salvo casos aislados como los de Juan Andrés Tovar, Rafaela Fuentes o los alcaldes de Torrejoncillo, Calzadilla o Cilleros, entre otros, dieron la callada por respuesta en una sesión plenaria en la que Roca necesitaba su aliento más que nunca.

Pero si algo llamó la atención fue la ausencia de alcaldes de la comarca a la que pertenece Moraleja. Resulta cuando menos chocante que, en un pleno en el que el asunto más debatido fue la necesidad o no de que Moraleja vuelva a integrarse en la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata, no hubiese alcaldes socialistas de la comarca para arropar a su compañera de filas.

Teresa Roca, diputada en la institución provincial en la anterior legislatura, no sólo perdió en mayo de 2007 la alcaldía, sino también su puesto en la Diputación Provincial de Cáceres, después de que sus compañeros de la Sierra de Gata decidieran sustituirla por el actual presidente de la mancomunidad, Alfonso Beltrán. Por si fuera poco, el sempiterno presidente de Adisgata, José Luís Solís, nunca olvidará ni tampoco perdonará que el edil moralejano Felipe Mayoral (PSOE) intentase un asalto al poder del grupo de acción local desde el Ayuntamiento de Moraleja, intentando poner coto a sus muchos privilegios.

En Radio Interior, Beltrán justificó su ausencia a tan tenso pleno argumentando motivos personales, aunque en las mismas declaraciones dejó claro que su postura institucional como presidente del ente comarcal le aconseja guardar cierta neutralidad en este tipo de asuntos. Una postura tan distinta como distante con la mantenida por cargos de mayor calado político como Juan Andrés Tovar o Rafaela Fuentes, o con la del propio Carlos Carlos Rodríguez, presidente de la Mancomunidad del Valle del Alagón y, por tanto, del mismo rango institucional que Beltrán.

En los últimos años, desde la bancada de la oposición, el PSOE de Moraleja ha puesto en marcha una proclama social en la que ha repetido hasta la saciedad que era necesario regresar a la mancomunidad de municipios. En el discurso previo a su toma de posesión como alcaldesa, Roca insistió en esa tesis, a sabiendas de que es más una necesidad de partido que un beneficio económico real, circunstancia que, hasta ahora, siempre ha quedado en el aire por la falta de transparencia del ente comarcal.

Los grandes municipios de Extremadura han optado por no integrarse en mancomunidades porque resulta nocivo para sus intereses. Y cuando hablamos de grandes municipios nos referimos a pueblos de aproximadamente 10.000 habitantes, en una comunidad en la que la mayor de sus ciudades tiene 200.000 vecinos. El ex consejero de Desarrollo Rural, Francisco Javier López Iniesta, abrió una sutil polémica con Rafael Mateos, alcalde de Navalmoral de la Mata, por este mismo asunto y sólo logró que la vecina Talayuela no abandonase la Mancomunidad de Municipios del Campo Arañuelo.

Volver a la Sierra de Gata se ha convertido en una arenga de partido, en una orden que cumplir para dar muestras de que el cambio es posible en tan sólo unos meses. En unos tiempos en los que la crisis económica vapulea las arcas institucionales de las Administraciones y ahoga a los ayuntamientos, van a verse pocas gracias inversoras. El nuevo gobierno de Moraleja necesita, entre muchas oras cosas, golpes de efecto, y el primero de ellos va a ser el retorno a la mancomunidad, aunque para ello sea necesario sentarse en la misma mesa con aquellos con quienes no existen precisamente relaciones fluidas.

martes, 27 de julio de 2010

La ecuación socialista


A menos de un año para la convocatoria de las elecciones municipales de 2011, el Partido Popular (PP) de Moraleja ha despejado la incógnita de su futuro inmediato al desvelar que Concepción González, actual alcaldesa, no repetirá como cabeza de lista en la candidatura. Los órganos del partido decidirán en los próximos meses quien se postula como candidato a la alcaldía, aunque sí está claro que se producirá un relevo generacional que tendrá como protagonistas al actual edil de Festejos, Pedro Caselles, o al de Deportes, Rubén Blanco.


El PP, en coalición con Extremadura Unida (EU), obtuvo 2.136 votos (47,81%) en las elecciones de mayo de 2007, es decir, 273 más que los socialistas (1.863 sufragios y el 41,7%). La formación política IPEx, con sólo 386 votos, se convirtió en la llave de gobierno de un ayuntamiento históricamente crispado que quedó conformado por seis ediles populares, seis socialistas y un independiente. La crisis abierta en el seno de los independientes no ha hecho sino certificar la defunción anticipada de un proyecto político improvisado que, a buen seguro, dejará a los ciudadanos de Moraleja ante un escenario bipartidista en el que PP y PSOE habrán de repartirse los votos de un crítico electorado.


Al final de la actual legislatura, el equipo de gobierno del PP habrá acusado el desgaste típico que afecta a todos cuantos gobiernan por el simple hecho de situarse en el poder y tomar decisiones; lo que ha de valorarse es si ese desgaste habrá superado los 273 votos que le dieron ventaja sobre los socialistas. El PP va a tener a su favor dos hechos incuestionables en las próximas elecciones. Por un lado, el cambio de candidato puede propiciar un nuevo aire de optimismo entre su electorado y un número importante de indecisos que contribuya a fortalecer sus resultados. Por otro, la independencia de Vegaviana, feudo tradicionalmente socialista que, por primera vez, votará de forma autónoma, arrastrará a su favor una importante balsa de votos.


A unos meses de los comicios, sólo resta despejar la ecuación socialista. El partido en la oposición aún no ha dejado claro si Teresa Roca repetirá como candidata a la alcaldía de Moraleja o si, por el contrario, se aprovechará el relevo popular para dar paso a savia nueva en el PSOE local. Los socialistas, innegablemente aventajados por el desgaste de los populares, habrán de contrarrestar la fuerza de un nuevo candidato popular y el temido lastre de Vegaviana. El resultado de tal conjunción de factores dibuja para 2011 el escenario más impredecible que se pueda vivir en Moraleja en las últimas décadas.

sábado, 12 de junio de 2010

El llanto del quejío extremeño


A Isidoro Vizcaíno (8 de octubre de 1934-12 de junio de 2010) lo desahució un equipo médico de Madrid hace más de tres décadas, pero pudo más su coraje y el amor a su familia que la enfermedad que le intentaba arrebatar la vida que le dieron Germán y Felisa. Hace poco más de un año me lo recordaba cuando me encontraba convaleciente en la cama de un hospital al que acudió a visitarme: "Me dije que tenía que tirar pa´lante y cuidar a mis niños, que eran muy pequeños". Y tiró pa´lante con yerbajos y remedios naturales y, sobre todo, con mucho amor.

Se nos ha muerto en Madrid, treinta y pico años después de aquel susto que encogió el corazón de los talayuelanos, uno de los hombres buenos que nos quedaban. Recuerdo en los años 70 el boom de su tienda textil, Isidoro y Victorina, que nos trajo las sábanas de El Burrito Blanco y los primeros pantalones vaqueros. Recuerdo cuando le robaron en su establecimiento y utilizaron la furgoneta propiedad de mi padre, su primo hermano Jerónimo, y el arrojo que echaron ambos para desplazarse hasta La Carolina (Jaén), donde sorprendieron a los cacos en plena faena mientras intentaban poner a la venta el botín en un mercadillo. Recuerdo cuando nos quedamos solos, los dos Isidoros, sin nadie que nos apoyara, para evitar que despojaran a Talayuela de 4.000 hectáreas de su término municipal. Y recuerdo tristemente su ignorancia en junio de 1996 cuando me dijo que mi padre no podía morir, que lo mismo le dijeron a él en Madrid y ahí estaba dando calda.

En 2008 cumplió uno de sus sueños al escribir y editar su libro "Un quejío extremeño", en el que abrió interesantes capítulos cargados de ironía y crítica mordaz a un mundo injusto. Victoria, su mujer, más conocida como Victorina, era la protagonista de cada uno de sus capítulos, perfectamente hilvanados y servidos en papel. Ese libro, que nunca quiso que fuese financiado por ninguna institución pública, fue una revelación de sinceridad, una explosión de rabia controlada y un reencuentro consigo mismo, pues no hizo sino recapitular aquellos mensajes que, de su puño y letra, desgranaba en el escaparate de su tienda de confección a modo de reflexiones.

A Isidoro Vizcaíno siempre se le atribuyó una excesiva fama de despistado algo, por otra parte, muy propio de los García. Cuentan que una fría mañana fue a llevar tabaco al centro de Navalmoral de la Mata y olvidó el remolque del tractor en Talayuela o que detuvo su vehículo para montar a unos estudiantes que hacían auto-stop y no advirtió su ausencia hasta mediado el camino. Estas y otras leyendas rurales, más fruto de la exageración popular que de la propia realidad, moldearon el carácter de un hombre que supo ganarse el corazón de cuántos le conocían. Isidoro Vizcaíno luchó por el cultivo del tabaco como nadie lo hizo y, a diferencia de la mayoría de los que le sucedieron, nunca persiguió más intereses que los del colectivo al que pertenecía.

Talayuela llora la pérdida del hombre bueno que dio lo que tenía a quienes lo necesitaban. A partir de ahora, nada será igual sin Isidoro.

martes, 18 de mayo de 2010

Decíamos ayer...


Nací en la madrugada del 1 de mayo de 2009 en un oscuro quirófano del Hospital "Campo Arañuelo" de Navalmoral de la Mata y fui atendido por una doctora de origen peruano recién llegada a España que se disfrazó de ángel de la guarda para salvarme la vida. Desde entonces, como el Rey Juan Carlos, defiendo la eficacia de la sanidad pública y, tal y como he sostenido siempre por principio, valoro el papel de cuantos llegan a nuestro país en busca de un modo de vida mejor.
Me he propuesto olvidar la temida entrada en aquella lúgubre estancia, pero no la salida, según cuentan, algo hipocondríaca. Y ahora me debato entre la primavera y el verano con el propósito de buscar en el calendario cual de las dos fechas que han marcado mi vida y la antesala de la muerte es la más idónea para festejar un cumpleaños en el que siempre recordaré dos hospitales distintos.
He de reconocer que ni he visto el túnel del que todos hablan ni las barbas de San Pedro; ni siquiera me he atrevido a preguntarle a mi sombra si sigo siendo yo o he experimentado el cambio radical que transforma en seres humanos bondadosos, tiernos y queridos a todos los que pisan el umbral.

El jueves, 2 de abril de 2009, última vez que me asomé a este blog, había cierto olor a podrido. Hoy, 18 de mayo de 2010 -un año, un mes y 16 días después- nos hemos visto obligados a tirar la basura para evitar la transmisión de enfermedades y un nuevo ingreso hospitalario, que la vida da oportunidades pero no demasiadas. Ha pasado el tiempo y ha llovido más que nunca en un invierno que nos hizo sacar del armario las botas catiuscas para poder cambiarnos de acera. Ha venido la primavera generosa regalando verdor a los campos, agua a los ríos y esperanza a los que sueñan con un mundo mejor. Y está llamando a la puerta el verano extremeño, el de las chicharras y los grillos con cantimplora, el de las caídas estrepitosas de la bolsa y la desconfianza de los inversores, el de los especuladores y magos de las finanzas. Y nosotros aquí, casi desnudos, como los hijos de la mar, como dijo Antonio Machado. Diremos mañana...