A Isidoro Vizcaíno (8 de octubre de 1934-12 de junio de 2010) lo desahució un equipo médico de Madrid hace más de tres décadas, pero pudo más su coraje y el amor a su familia que la enfermedad que le intentaba arrebatar la vida que le dieron Germán y Felisa. Hace poco más de un año me lo recordaba cuando me encontraba convaleciente en la cama de un hospital al que acudió a visitarme: "Me dije que tenía que tirar pa´lante y cuidar a mis niños, que eran muy pequeños". Y tiró pa´lante con yerbajos y remedios naturales y, sobre todo, con mucho amor.
Se nos ha muerto en Madrid, treinta y pico años después de aquel susto que encogió el corazón de los talayuelanos, uno de los hombres buenos que nos quedaban. Recuerdo en los años 70 el boom de su tienda textil, Isidoro y Victorina, que nos trajo las sábanas de El Burrito Blanco y los primeros pantalones vaqueros. Recuerdo cuando le robaron en su establecimiento y utilizaron la furgoneta propiedad de mi padre, su primo hermano Jerónimo, y el arrojo que echaron ambos para desplazarse hasta La Carolina (Jaén), donde sorprendieron a los cacos en plena faena mientras intentaban poner a la venta el botín en un mercadillo. Recuerdo cuando nos quedamos solos, los dos Isidoros, sin nadie que nos apoyara, para evitar que despojaran a Talayuela de 4.000 hectáreas de su término municipal. Y recuerdo tristemente su ignorancia en junio de 1996 cuando me dijo que mi padre no podía morir, que lo mismo le dijeron a él en Madrid y ahí estaba dando calda.
En 2008 cumplió uno de sus sueños al escribir y editar su libro "Un quejío extremeño", en el que abrió interesantes capítulos cargados de ironía y crítica mordaz a un mundo injusto. Victoria, su mujer, más conocida como Victorina, era la protagonista de cada uno de sus capítulos, perfectamente hilvanados y servidos en papel. Ese libro, que nunca quiso que fuese financiado por ninguna institución pública, fue una revelación de sinceridad, una explosión de rabia controlada y un reencuentro consigo mismo, pues no hizo sino recapitular aquellos mensajes que, de su puño y letra, desgranaba en el escaparate de su tienda de confección a modo de reflexiones.
A Isidoro Vizcaíno siempre se le atribuyó una excesiva fama de despistado algo, por otra parte, muy propio de los García. Cuentan que una fría mañana fue a llevar tabaco al centro de Navalmoral de la Mata y olvidó el remolque del tractor en Talayuela o que detuvo su vehículo para montar a unos estudiantes que hacían auto-stop y no advirtió su ausencia hasta mediado el camino. Estas y otras leyendas rurales, más fruto de la exageración popular que de la propia realidad, moldearon el carácter de un hombre que supo ganarse el corazón de cuántos le conocían. Isidoro Vizcaíno luchó por el cultivo del tabaco como nadie lo hizo y, a diferencia de la mayoría de los que le sucedieron, nunca persiguió más intereses que los del colectivo al que pertenecía.
Talayuela llora la pérdida del hombre bueno que dio lo que tenía a quienes lo necesitaban. A partir de ahora, nada será igual sin Isidoro.
Se nos ha muerto en Madrid, treinta y pico años después de aquel susto que encogió el corazón de los talayuelanos, uno de los hombres buenos que nos quedaban. Recuerdo en los años 70 el boom de su tienda textil, Isidoro y Victorina, que nos trajo las sábanas de El Burrito Blanco y los primeros pantalones vaqueros. Recuerdo cuando le robaron en su establecimiento y utilizaron la furgoneta propiedad de mi padre, su primo hermano Jerónimo, y el arrojo que echaron ambos para desplazarse hasta La Carolina (Jaén), donde sorprendieron a los cacos en plena faena mientras intentaban poner a la venta el botín en un mercadillo. Recuerdo cuando nos quedamos solos, los dos Isidoros, sin nadie que nos apoyara, para evitar que despojaran a Talayuela de 4.000 hectáreas de su término municipal. Y recuerdo tristemente su ignorancia en junio de 1996 cuando me dijo que mi padre no podía morir, que lo mismo le dijeron a él en Madrid y ahí estaba dando calda.
En 2008 cumplió uno de sus sueños al escribir y editar su libro "Un quejío extremeño", en el que abrió interesantes capítulos cargados de ironía y crítica mordaz a un mundo injusto. Victoria, su mujer, más conocida como Victorina, era la protagonista de cada uno de sus capítulos, perfectamente hilvanados y servidos en papel. Ese libro, que nunca quiso que fuese financiado por ninguna institución pública, fue una revelación de sinceridad, una explosión de rabia controlada y un reencuentro consigo mismo, pues no hizo sino recapitular aquellos mensajes que, de su puño y letra, desgranaba en el escaparate de su tienda de confección a modo de reflexiones.
A Isidoro Vizcaíno siempre se le atribuyó una excesiva fama de despistado algo, por otra parte, muy propio de los García. Cuentan que una fría mañana fue a llevar tabaco al centro de Navalmoral de la Mata y olvidó el remolque del tractor en Talayuela o que detuvo su vehículo para montar a unos estudiantes que hacían auto-stop y no advirtió su ausencia hasta mediado el camino. Estas y otras leyendas rurales, más fruto de la exageración popular que de la propia realidad, moldearon el carácter de un hombre que supo ganarse el corazón de cuántos le conocían. Isidoro Vizcaíno luchó por el cultivo del tabaco como nadie lo hizo y, a diferencia de la mayoría de los que le sucedieron, nunca persiguió más intereses que los del colectivo al que pertenecía.
Talayuela llora la pérdida del hombre bueno que dio lo que tenía a quienes lo necesitaban. A partir de ahora, nada será igual sin Isidoro.
5 comentarios:
Estoy seguro que cuando sus hijos lean estas bonitas palabras que has dedicado a su padre no podrán evitar derramar unas lagrimas pero tan bien echar una sonrisa¡¡¡¡
Por tus palabras seguro que fue un gran padre, un buen marido y sobre todo un buen vecino. Y eso para los pueblerinos como yo es muy importante¡¡¡
Un abrazo
Manchegodeurda
Quisiera agradecer estas amables palabras en nombre de la familia de Isidoro Vizcaíno, cuya pertenencia con tanto orgullo ostento. De él aprendimos que lo más intenso que hay en el hombre es el amor a su familia.
Siendo testigo de sus últimos días sólo puedo afirmar que siempre recordaré la figura de Isidoro como el paradigma de la tenacidad y de la voluntad humana, cuyo espiritu de lucha desplegó hasta el último suspiro.
Gracias,(sé que a él le hubiera encantado el artículo).
Pedro Luis Vizcaíno
Isi
Isi,te agradezco en nombre de toda mi familia y en el mio, el escrito sobre mi padre,solo decirte que el sentia el mismo cariño y admiracion hacia ti. un beso.
yolanda vizcaino
Isi,te agradezco en nombre de toda mi familia y en el mio, el escrito sobre mi padre,solo decirte que el sentia el mismo cariño y admiracion hacia ti. un beso.
yolanda vizcaino
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