martes, 18 de mayo de 2010

Decíamos ayer...


Nací en la madrugada del 1 de mayo de 2009 en un oscuro quirófano del Hospital "Campo Arañuelo" de Navalmoral de la Mata y fui atendido por una doctora de origen peruano recién llegada a España que se disfrazó de ángel de la guarda para salvarme la vida. Desde entonces, como el Rey Juan Carlos, defiendo la eficacia de la sanidad pública y, tal y como he sostenido siempre por principio, valoro el papel de cuantos llegan a nuestro país en busca de un modo de vida mejor.
Me he propuesto olvidar la temida entrada en aquella lúgubre estancia, pero no la salida, según cuentan, algo hipocondríaca. Y ahora me debato entre la primavera y el verano con el propósito de buscar en el calendario cual de las dos fechas que han marcado mi vida y la antesala de la muerte es la más idónea para festejar un cumpleaños en el que siempre recordaré dos hospitales distintos.
He de reconocer que ni he visto el túnel del que todos hablan ni las barbas de San Pedro; ni siquiera me he atrevido a preguntarle a mi sombra si sigo siendo yo o he experimentado el cambio radical que transforma en seres humanos bondadosos, tiernos y queridos a todos los que pisan el umbral.

El jueves, 2 de abril de 2009, última vez que me asomé a este blog, había cierto olor a podrido. Hoy, 18 de mayo de 2010 -un año, un mes y 16 días después- nos hemos visto obligados a tirar la basura para evitar la transmisión de enfermedades y un nuevo ingreso hospitalario, que la vida da oportunidades pero no demasiadas. Ha pasado el tiempo y ha llovido más que nunca en un invierno que nos hizo sacar del armario las botas catiuscas para poder cambiarnos de acera. Ha venido la primavera generosa regalando verdor a los campos, agua a los ríos y esperanza a los que sueñan con un mundo mejor. Y está llamando a la puerta el verano extremeño, el de las chicharras y los grillos con cantimplora, el de las caídas estrepitosas de la bolsa y la desconfianza de los inversores, el de los especuladores y magos de las finanzas. Y nosotros aquí, casi desnudos, como los hijos de la mar, como dijo Antonio Machado. Diremos mañana...

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