Por encima de indicadores económicos que hay que analizar con el mayor de los respetos, afrontamos una etapa de cambios en la que la psicosis se contagia como la gripe. A cada estornudo del Gobierno responde la banca con la compra de pañuelos de papel para sonarse la nariz. Y cuando la banca compra "clinex", los grandes empresarios acuden al servicio de urgencias para que les receten píldoras contra la congestión nasal. Uno de los peores males que nos aquejan es que la banca en este país es egoista, insaciable y oportunista. Los bancos piden ayuda al Gobierno pero no la prestan a los necesitados esgrimiendo no sé qué cuentos sobre una crisis que nunca les afecta porque siempre gozan del privilegio de los poderosos.
Es cierto que nos encontramos ante la mayor de las crisis que a muchos de nosotros nos ha tocado vivir, pero también lo es que el efecto contagio está resultando perjudicial para los intereses de empresarios y trabajadores. Hay empresas verdaderamente castigadas por el lastre económico, pero también existen muchas otras que están pidiendo que se les diagnostique un mal que no padecen para poder guardar reservas en la despensa por lo que pueda venir.
La paralización del consumo, la sucesión de despidos en muchas ocasiones injustificados y las malas prácticas de grupos empresariales están empujándonos a un abismo peligroso. No podemos consentir que la crisis avance y nos encierre en casa acobardados; ni que haya empresas que se contagien de una psicosis de crisis mayor que la crisis en sí. Tampoco debemos aceptar a los malos trabajadores que no se esfuerzan en tirar del carro del progreso y cargan su tarea en las espaldas ajenas. Es obligación de todos denunciar las prácticas de grupos empresariales que, presumiendo de ser líderes, mantienen en sus centros de trabajo a personas sin contrato laboral y sin cobertura social. Si todos empujamos en la misma dirección y conducimos al redil a las ovejas descarriadas, la crisis y toda la psicosis que la rodea no serán capaces de frenar el bienestar que todos nos merecemos.
Es cierto que nos encontramos ante la mayor de las crisis que a muchos de nosotros nos ha tocado vivir, pero también lo es que el efecto contagio está resultando perjudicial para los intereses de empresarios y trabajadores. Hay empresas verdaderamente castigadas por el lastre económico, pero también existen muchas otras que están pidiendo que se les diagnostique un mal que no padecen para poder guardar reservas en la despensa por lo que pueda venir.
La paralización del consumo, la sucesión de despidos en muchas ocasiones injustificados y las malas prácticas de grupos empresariales están empujándonos a un abismo peligroso. No podemos consentir que la crisis avance y nos encierre en casa acobardados; ni que haya empresas que se contagien de una psicosis de crisis mayor que la crisis en sí. Tampoco debemos aceptar a los malos trabajadores que no se esfuerzan en tirar del carro del progreso y cargan su tarea en las espaldas ajenas. Es obligación de todos denunciar las prácticas de grupos empresariales que, presumiendo de ser líderes, mantienen en sus centros de trabajo a personas sin contrato laboral y sin cobertura social. Si todos empujamos en la misma dirección y conducimos al redil a las ovejas descarriadas, la crisis y toda la psicosis que la rodea no serán capaces de frenar el bienestar que todos nos merecemos.
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