Tal y como era de preveer, la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata se ha descompuesto, inundada en sus propios fracasos de gestión, y abrumada por graves irregularidades económicas. La forzada renuncia de su presidente, Valentín Porras, ha estado precedida por la dimisión de dos piezas clave en el ente: los ediles de Hoyos y Valverde del Fresno, Marcelo Hernández y Ana Isabel Pérez, respectivamente, que de forma valiente han abandonado sus puestos al frente de la tesorería y la comisión de cuentas para despejar cualquier atisbo de duda sobre su gestión.
Valentín Porras ni ha podido ni ha sabido amortiguar la crisis que en buena parte heredó del ahora diputado provincial, Alfonso Beltrán, quien no supo poner freno en su día a las intenciones del ex-consejero de Desarrollo Rural, Francisco Javier López Iniesta, para colocar a su pupilo, Ignacio Márquez, al frente de la gerencia de la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata. No hay que exculpar al PP del progreso de Márquez, ya que el representante de esta formación política en el órgano que se constituyó para adjudicar la plaza de gerente fue el alcalde de Villamiel, Juan Isaac Enrique, en aquellas fechas familiar directo del elegido.
Pero la desaparición de Porras de la escena política comarcal de Sierra de Gata no tendrá efectos secundarios en el saneamiento de las arcas de la mancomunidad si la medida no va acompañada de otra serie de depuraciones que, por higiene democrática, se consideran imprescindibles.
Uno de los principales desaguisados del actual equipo de gobierno de Sierra de Gata ha sido la adjudicación de la gestión de las depuradoras de aguas residuales en la comarca. El concurso benefició a Exman (Explotación y Mantenimiento, S.L.), una sociedad placentina que fue filial del desaparecido Grupo Himexsa Tecnoagua (GHT), a pesar de que había otras empresas capaces de gestionar el servicio en condiciones mucho más ventajosas para los intereses de la mancomunidad. Varias personas del PSOE con poder de decisión en aquel concurso conocían que el gerente de la mancomunidad fue empleado de GHT, donde ocupó el cargo de responsable de Recursos Humanos tras su desembarco en la empresa privada proveniente de la UGT. Por tanto, avalaron con su voto una adjudicación conscientes de que Márquez estaba dejando la gestión de un servicio comarcal en manos de unos antiguos amigos.
Otro de los vicios añadidos de Sierra de Gata, cuyo único responsable ha sido el dimitido alcalde de Santibáñez el Alto, ha consistido en dejar el timón del barco en manos de Márquez, el gerente de la mancomunidad, que dispone de una envidiable capacidad camaleónica (pasó de sindicalista a director de Recursos Humanos de una empresa). Su desastroso paso por una fundación constituída en Valencia de Alcántara con el único propósito de captar fondos comunitarios, le granjeó una buena amistad con su padrino, el ex-alcalde y ex-consejero López Iniesta, que al final le logró un buen puesto que, además, le permite alternar sus quehaceres con una segunda actividad en la que prima la labor de captar ayudas y subvenciones de los boletines oficiales de la provincia, la comunidad autónoma y las Administraciones central y europea.
La escena que se vive actualmente en Sierra de Gata dista mucho de ser ejemplar: la Mancomunidad de Municipios de la comarca ha gestionado, sin pena ni gloria, un Plan de Dinamización Turística cuyos resultados más evidentes han sido el cierre de varias oficinas de información turística. Más preocupados por su propio sustento que por el de sus convecinos, muchos de los alcaldes asisten aún hoy a la decadencia de una zona que, con la llegada de la autovía, debería respirar prosperidad y progreso. No se explica, por ejemplo, que ninguno haya movido un dedo para tratar de que no desaparezca la representación de la Pasión de Torrecilla de los Ángeles, después de 21 años de puesta en escena, o que la Cooperativa de Vinos de la Sierra de Gata se encuentre al borde del abismo. El desolador panorama político y social se ha quebrado hasta el punto de que las relaciones laborales en la mancomunidad se encuentran deshechas por una gestión en la que se ha tomado como bandera la humillación.
Ni Porras ni Márquez, capitanes del ente, han realizado el más mínimo esfuerzo en normalizar relaciones con ayuntamientos, colectivos, asociaciones, empresas y personas de talante conciliador que les han tendido su mano y que sólo han obtenido la prepotencia como respuesta. La Sierra de Gata asiste a un declive que nada tiene que ver con la crisis que nos azota, sino con el talante de unos políticos aglutinados en torno a un partido, el PSOE, profundamente dividido en la comarca, y cuyos responsables han permitido que se desvanezcan ilusiones como la de Turismo Jálama, S.L. (La Fatela), ahora en concurso de acreedores.
La Mancomunidad de Sierra de Gata tiene ante sí el reto de volver a ser lo que fue, y recuperar el clima de confianza de los ciudadanos y la normalización de las relaciones laborales del personal contratado, profundamente deterioradas por la gestión llevada a cabo por el gerente y el presidente del ente. Con esta nueva primavera, 22 municipios y 24.000 vecinos esperan que la nueva presidencia dé un giro de timón a todo cuanto huele a podrido.
Valentín Porras ni ha podido ni ha sabido amortiguar la crisis que en buena parte heredó del ahora diputado provincial, Alfonso Beltrán, quien no supo poner freno en su día a las intenciones del ex-consejero de Desarrollo Rural, Francisco Javier López Iniesta, para colocar a su pupilo, Ignacio Márquez, al frente de la gerencia de la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata. No hay que exculpar al PP del progreso de Márquez, ya que el representante de esta formación política en el órgano que se constituyó para adjudicar la plaza de gerente fue el alcalde de Villamiel, Juan Isaac Enrique, en aquellas fechas familiar directo del elegido.
Pero la desaparición de Porras de la escena política comarcal de Sierra de Gata no tendrá efectos secundarios en el saneamiento de las arcas de la mancomunidad si la medida no va acompañada de otra serie de depuraciones que, por higiene democrática, se consideran imprescindibles.
Uno de los principales desaguisados del actual equipo de gobierno de Sierra de Gata ha sido la adjudicación de la gestión de las depuradoras de aguas residuales en la comarca. El concurso benefició a Exman (Explotación y Mantenimiento, S.L.), una sociedad placentina que fue filial del desaparecido Grupo Himexsa Tecnoagua (GHT), a pesar de que había otras empresas capaces de gestionar el servicio en condiciones mucho más ventajosas para los intereses de la mancomunidad. Varias personas del PSOE con poder de decisión en aquel concurso conocían que el gerente de la mancomunidad fue empleado de GHT, donde ocupó el cargo de responsable de Recursos Humanos tras su desembarco en la empresa privada proveniente de la UGT. Por tanto, avalaron con su voto una adjudicación conscientes de que Márquez estaba dejando la gestión de un servicio comarcal en manos de unos antiguos amigos.
Otro de los vicios añadidos de Sierra de Gata, cuyo único responsable ha sido el dimitido alcalde de Santibáñez el Alto, ha consistido en dejar el timón del barco en manos de Márquez, el gerente de la mancomunidad, que dispone de una envidiable capacidad camaleónica (pasó de sindicalista a director de Recursos Humanos de una empresa). Su desastroso paso por una fundación constituída en Valencia de Alcántara con el único propósito de captar fondos comunitarios, le granjeó una buena amistad con su padrino, el ex-alcalde y ex-consejero López Iniesta, que al final le logró un buen puesto que, además, le permite alternar sus quehaceres con una segunda actividad en la que prima la labor de captar ayudas y subvenciones de los boletines oficiales de la provincia, la comunidad autónoma y las Administraciones central y europea.
La escena que se vive actualmente en Sierra de Gata dista mucho de ser ejemplar: la Mancomunidad de Municipios de la comarca ha gestionado, sin pena ni gloria, un Plan de Dinamización Turística cuyos resultados más evidentes han sido el cierre de varias oficinas de información turística. Más preocupados por su propio sustento que por el de sus convecinos, muchos de los alcaldes asisten aún hoy a la decadencia de una zona que, con la llegada de la autovía, debería respirar prosperidad y progreso. No se explica, por ejemplo, que ninguno haya movido un dedo para tratar de que no desaparezca la representación de la Pasión de Torrecilla de los Ángeles, después de 21 años de puesta en escena, o que la Cooperativa de Vinos de la Sierra de Gata se encuentre al borde del abismo. El desolador panorama político y social se ha quebrado hasta el punto de que las relaciones laborales en la mancomunidad se encuentran deshechas por una gestión en la que se ha tomado como bandera la humillación.
Ni Porras ni Márquez, capitanes del ente, han realizado el más mínimo esfuerzo en normalizar relaciones con ayuntamientos, colectivos, asociaciones, empresas y personas de talante conciliador que les han tendido su mano y que sólo han obtenido la prepotencia como respuesta. La Sierra de Gata asiste a un declive que nada tiene que ver con la crisis que nos azota, sino con el talante de unos políticos aglutinados en torno a un partido, el PSOE, profundamente dividido en la comarca, y cuyos responsables han permitido que se desvanezcan ilusiones como la de Turismo Jálama, S.L. (La Fatela), ahora en concurso de acreedores.
La Mancomunidad de Sierra de Gata tiene ante sí el reto de volver a ser lo que fue, y recuperar el clima de confianza de los ciudadanos y la normalización de las relaciones laborales del personal contratado, profundamente deterioradas por la gestión llevada a cabo por el gerente y el presidente del ente. Con esta nueva primavera, 22 municipios y 24.000 vecinos esperan que la nueva presidencia dé un giro de timón a todo cuanto huele a podrido.