La toma de posesión de Teresa Roca como alcaldesa de Moraleja, tras prosperar la moción de censura del 27 de agosto, ha quedado empañada de puertas adentro en su propio partido por la ausencia de sus colegas socialistas de la comarca de Sierra de Gata. En una jornada presidida por una tensa calma, el PSOE hubo de medir, no sólo fuerzas, sino también apoyos, con un PP que respaldó en masa a su compañera Concepción González, que abandonaba la alcaldía después de más de tres años de mandato. Los socialistas, por el contrario, se escondieron en la ausencia, y salvo casos aislados como los de Juan Andrés Tovar, Rafaela Fuentes o los alcaldes de Torrejoncillo, Calzadilla o Cilleros, entre otros, dieron la callada por respuesta en una sesión plenaria en la que Roca necesitaba su aliento más que nunca.
Pero si algo llamó la atención fue la ausencia de alcaldes de la comarca a la que pertenece Moraleja. Resulta cuando menos chocante que, en un pleno en el que el asunto más debatido fue la necesidad o no de que Moraleja vuelva a integrarse en la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata, no hubiese alcaldes socialistas de la comarca para arropar a su compañera de filas.
Teresa Roca, diputada en la institución provincial en la anterior legislatura, no sólo perdió en mayo de 2007 la alcaldía, sino también su puesto en la Diputación Provincial de Cáceres, después de que sus compañeros de la Sierra de Gata decidieran sustituirla por el actual presidente de la mancomunidad, Alfonso Beltrán. Por si fuera poco, el sempiterno presidente de Adisgata, José Luís Solís, nunca olvidará ni tampoco perdonará que el edil moralejano Felipe Mayoral (PSOE) intentase un asalto al poder del grupo de acción local desde el Ayuntamiento de Moraleja, intentando poner coto a sus muchos privilegios.
En Radio Interior, Beltrán justificó su ausencia a tan tenso pleno argumentando motivos personales, aunque en las mismas declaraciones dejó claro que su postura institucional como presidente del ente comarcal le aconseja guardar cierta neutralidad en este tipo de asuntos. Una postura tan distinta como distante con la mantenida por cargos de mayor calado político como Juan Andrés Tovar o Rafaela Fuentes, o con la del propio Carlos Carlos Rodríguez, presidente de la Mancomunidad del Valle del Alagón y, por tanto, del mismo rango institucional que Beltrán.
En los últimos años, desde la bancada de la oposición, el PSOE de Moraleja ha puesto en marcha una proclama social en la que ha repetido hasta la saciedad que era necesario regresar a la mancomunidad de municipios. En el discurso previo a su toma de posesión como alcaldesa, Roca insistió en esa tesis, a sabiendas de que es más una necesidad de partido que un beneficio económico real, circunstancia que, hasta ahora, siempre ha quedado en el aire por la falta de transparencia del ente comarcal.
Los grandes municipios de Extremadura han optado por no integrarse en mancomunidades porque resulta nocivo para sus intereses. Y cuando hablamos de grandes municipios nos referimos a pueblos de aproximadamente 10.000 habitantes, en una comunidad en la que la mayor de sus ciudades tiene 200.000 vecinos. El ex consejero de Desarrollo Rural, Francisco Javier López Iniesta, abrió una sutil polémica con Rafael Mateos, alcalde de Navalmoral de la Mata, por este mismo asunto y sólo logró que la vecina Talayuela no abandonase la Mancomunidad de Municipios del Campo Arañuelo.
Volver a la Sierra de Gata se ha convertido en una arenga de partido, en una orden que cumplir para dar muestras de que el cambio es posible en tan sólo unos meses. En unos tiempos en los que la crisis económica vapulea las arcas institucionales de las Administraciones y ahoga a los ayuntamientos, van a verse pocas gracias inversoras. El nuevo gobierno de Moraleja necesita, entre muchas oras cosas, golpes de efecto, y el primero de ellos va a ser el retorno a la mancomunidad, aunque para ello sea necesario sentarse en la misma mesa con aquellos con quienes no existen precisamente relaciones fluidas.
Pero si algo llamó la atención fue la ausencia de alcaldes de la comarca a la que pertenece Moraleja. Resulta cuando menos chocante que, en un pleno en el que el asunto más debatido fue la necesidad o no de que Moraleja vuelva a integrarse en la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata, no hubiese alcaldes socialistas de la comarca para arropar a su compañera de filas.
Teresa Roca, diputada en la institución provincial en la anterior legislatura, no sólo perdió en mayo de 2007 la alcaldía, sino también su puesto en la Diputación Provincial de Cáceres, después de que sus compañeros de la Sierra de Gata decidieran sustituirla por el actual presidente de la mancomunidad, Alfonso Beltrán. Por si fuera poco, el sempiterno presidente de Adisgata, José Luís Solís, nunca olvidará ni tampoco perdonará que el edil moralejano Felipe Mayoral (PSOE) intentase un asalto al poder del grupo de acción local desde el Ayuntamiento de Moraleja, intentando poner coto a sus muchos privilegios.
En Radio Interior, Beltrán justificó su ausencia a tan tenso pleno argumentando motivos personales, aunque en las mismas declaraciones dejó claro que su postura institucional como presidente del ente comarcal le aconseja guardar cierta neutralidad en este tipo de asuntos. Una postura tan distinta como distante con la mantenida por cargos de mayor calado político como Juan Andrés Tovar o Rafaela Fuentes, o con la del propio Carlos Carlos Rodríguez, presidente de la Mancomunidad del Valle del Alagón y, por tanto, del mismo rango institucional que Beltrán.
En los últimos años, desde la bancada de la oposición, el PSOE de Moraleja ha puesto en marcha una proclama social en la que ha repetido hasta la saciedad que era necesario regresar a la mancomunidad de municipios. En el discurso previo a su toma de posesión como alcaldesa, Roca insistió en esa tesis, a sabiendas de que es más una necesidad de partido que un beneficio económico real, circunstancia que, hasta ahora, siempre ha quedado en el aire por la falta de transparencia del ente comarcal.
Los grandes municipios de Extremadura han optado por no integrarse en mancomunidades porque resulta nocivo para sus intereses. Y cuando hablamos de grandes municipios nos referimos a pueblos de aproximadamente 10.000 habitantes, en una comunidad en la que la mayor de sus ciudades tiene 200.000 vecinos. El ex consejero de Desarrollo Rural, Francisco Javier López Iniesta, abrió una sutil polémica con Rafael Mateos, alcalde de Navalmoral de la Mata, por este mismo asunto y sólo logró que la vecina Talayuela no abandonase la Mancomunidad de Municipios del Campo Arañuelo.
Volver a la Sierra de Gata se ha convertido en una arenga de partido, en una orden que cumplir para dar muestras de que el cambio es posible en tan sólo unos meses. En unos tiempos en los que la crisis económica vapulea las arcas institucionales de las Administraciones y ahoga a los ayuntamientos, van a verse pocas gracias inversoras. El nuevo gobierno de Moraleja necesita, entre muchas oras cosas, golpes de efecto, y el primero de ellos va a ser el retorno a la mancomunidad, aunque para ello sea necesario sentarse en la misma mesa con aquellos con quienes no existen precisamente relaciones fluidas.